El periodista y escritor Adam Martín nos da sus mejores consejos para la alimentación de los más pequeños en su libro Comer para ser mejores.
¿La principal razón?: para que sean más felices. Cuando diseñábamos las secciones de la revista digital Soy lo que como decidimos que la de alimentación infantil tenía que llamarse «Hijos felices»; no hijos saludables, ni hijos sanos, no: hijos felices. La salud no es solo la ausencia de enfermedad. La salud es levantarse cada día con fuerzas, tener ganas de hacer cosas, dejarse ilusionar por la vida y estar de buen humor. Por supuesto que intervienen un montón de factores —la educación, el ambiente familiar, la genética, etc.—, pero el papel de la alimentación es decisivo.
Alimentar correctamente a nuestros hijos nos da la tranquilidad de saber que les estamos proporcionando todos los instrumentos que tenemos a nuestra disposición para que puedan desarrollar todo su potencial. No se me ocurre ningún regalo mejor.
Razones para mejorar la alimentación de nuestros hijos:
Mejor sistema inmune
Los niños tendrán más defensas y podrán luchar mejor contra las enfermedades. No serán inmunes a ellas, aunque se pondrán enfermos con poca frecuencia, pero cuando aparezcan serán más leves y durarán menos. Es lo que he visto en mis tres hijas.
Mayor rendimiento académico
¿Eso quiere decir que nuestros hijos siempre sacarán buenas notas? No, quiere decir que siempre trabajarán al cien por cien de sus posibilidades y capacidades, sean cuales sean.
Mayor rendimiento deportivo
No todos serán un Messi o un Nadal, pero no flaquearán en medio de un partido o de un entrenamiento, y físicamente podrán dejarse la piel en lo que hagan y rendir al máximo.
Menos lesiones
Tendrán huesos, ligamentos y músculos más fuertes y elásticos. ¿No os habéis dado cuenta de la facilidad con que se lesionan hoy en día los niños y las niñas?
Mejor aspecto
Piel más lustrosa, mirada más viva, pelo más brillante, uñas más fuertes… Y en la mayoría de los casos se ahorrarán el temible acné juvenil.
Mejor salud bucal
Si comen bien y se lavan los dientes de manera correcta, prácticamente podréis despediros de las caries.
Mejor humor y menos irritabilidad
¿Qué tiene que ver con la alimentación? Os lo explicaré más adelante; de momento, fiaos de mí.
Dormir mejor
¿A que no hace falta que os explique sus ventajas?
¿Magia? Podría parecerlo, pero no lo es. Nos hemos acostumbrado a creer que es normal que los niños estén enfermos, aunque sean enfermedades leves, como un resfriado. La normalidad —ahora me repito—, al menos en lo que respecta a la salud, no es, o no debería ser, una estadística, el resultado de lo que siente «una mayoría». Si bien es cierto que los niños tienen menos defensas que los adultos, tener que ir constantemente al pediatra por resfriados recurrentes, gripes, dolores de barriga, dolores de cabeza, virus misterio- sos, bronquitis, otitis o lo que sea no es normal, o no debería serlo. Lo que es normal es encontrarse bien y pasar las enfermedades de la infancia que tocan. Todo lo demás es señal de que el cuerpo nos dice que algo no funciona como debería funcionar.
Pensemos en la obesidad: si seguimos así, dentro de unos años la obesidad infantil será «normal», porque estadísticamente los niños y niñas gordos serán mayoría, pero eso no quiere decir que esté bien, o que estar gordo no constituya una amenaza permanente para la salud. Las investigaciones demuestran que los adolescentes obesos tienen un 80% de probabilidades de convertirse en adultos obesos. En España, el 19 % de los niños son obesos, y ya se ha superado a Estados Unidos (16 %): ¡el porcentaje se ha triplicado en solo treinta años! Si nos centramos en el sobrepeso, la cifra aumenta has- ta el 26 %. Es un problema grave, en la medida en que todos estos niños ya tienen problemas propios de enfermedades cardiovasculares, como una tensión arterial excesiva, unos niveles de colesterol demasiado elevados o problemas para regular la glucosa en sangre, antesala de la diabetes. Al ser pequeños todavía no desarrollan los síntomas, y los padres no nos damos cuenta del peligro.
Volviendo al tema de las enfermedades, lo cierto es que los niños suelen estar enfermos con demasiada frecuencia, y como ya hemos visto, muchas enfermedades que eran estrictamente adultas cada vez son más normales en la infancia.
Sí, hay medicamentos que nos ayudan a combatir estos problemas, y menos mal que existen, pero si podemos ahorrárnoslos, tanto mejor: la mayoría, como nos informan los prospectos, tienen efectos secundarios, por no hablar del gasto ingente que suponen para el sistema sanitario y para nuestro bolsillo. No evitar las enfermedades porque sabemos que pueden curarse o paliarse con fármacos es tan absurdo como conducir chocando con todo porque sabemos que el mecánico nos dejará el coche en perfecto estado de revista. Al final llegará un día en que el mecánico ya no podrá hacer nada.
Cada vez hay más médicos y científicos que sostienen que estamos fabricando una sociedad de enfermos —enfermos controlados y medicados, sí, pero enfermos al fin y al cabo—, y han aparecido estudios que parecen corroborarlo. El primero, hecho en la Universidad de Illinois y en el Hospital Infantil de Boston y publicado en el New England Journal of Medicine en 2005, explicaba que en Estados Unidos, por primera vez en muchos años, la esperanza de vida de la gene- ración actual sería entre cuatro y nueve meses menor que la de la anterior generación. Era la primera vez que un equipo de médicos y científicos hacía una afirmación tan contundente, y se armó un buen revuelo. La propia directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, ha explicado que la generación actual «podría ser la primera en mu- cho tiempo en tener una esperanza de vida menor que sus padres». Seis de cada diez muertes diarias están relacionadas con enfermedades que no se contagian y están muy ligadas a nuestros hábitos, en especial la alimentación y la actividad física. El doctor Miquel Porta, médico y epidemiólogo, investigador del IMIM (Instituto Municipal de Investigación Médica) y experto en compuestos tóxicos persistentes, me habló del tema en los siguientes términos:
Lo que de verdad es insostenible es el sufrimiento que está provocando el cáncer, sobre todo en los niños pequeños o las personas de mediana edad: ¿quién no conoce a alguna chica de entre treinta y cincuenta años con cáncer, por ejemplo? ¿Por qué una mujer de sesenta y dos años que estaba perfectamente contrae una demencia o un párkinson que en tres o cuatro años borra todo su ser? ¿Por qué hay tantos infartos? ¿Por qué hay tanto cáncer de colon? Porque este modelo es insostenible. Insostenible quiere decir que está matando a gente, que hay mucha gente que no aguanta. ¿Por qué está aumentando tanto la diabetes, cuando la carga genética es esencialmente la misma desde hace siglos? Hay más de cincuenta estudios que han llegado a la conclusión de que los compuestos tóxicos persistentes aumentan el riesgo de diabetes en el adulto.
Los compuestos tóxicos persistentes son una de las con- secuencias del progreso acelerado y descontrolado de la humanidad, que ha contaminado el aire, el agua y los alimentos, sea indirectamente, al penetrar de modo inadvertido en la cadena alimentaria, sea directamente, por haberlos introducido a través de pesticidas, plaguicidas y otras sustancias químicas de síntesis. El doctor Porta se hacía esta reflexión:
¿Estamos llegando a la primera generación que vivirá menos que sus padres? Tengamos en cuenta que antes había más austeridad, tanto en el comer como en muchas formas de vida, a veces a la fuerza: mucha gente pasó hambre después de la guerra, y después llevó una vida mucho más austera. Antes no se salía tanto a comer fuera, ni había un espíritu tan consumista. Hay todo un conjunto de factores. Y existen indicios que dicen que quizá estemos llegando a un punto en el que, pudiendo vivir mejor, no somos capaces de cambiar cómo vivimos.